Sofía Rhei nos cuenta en este post cuando un camino es algo más que un camino. Al construir nuestro mundo literario es importante reflexionar sobre el valor metafórico del territorio que estamos creando. Veamos algunos ejemplos.

Cuando nos disponemos a imaginar un territorio no podemos olvidar cuáles son las resonancias culturales que determinado tipo de enclave va a sugerir en quien está leyendo. Por eso es importante reflexionar acerca de estos valores metafóricos, que suelen contener una ambigüedad necesaria:
El camino
El camino significa el mismísimo fluir del tiempo, y, por tanto, el proceso interior de maduración del personaje principal, su arco narrativo. El camino, en cierto modo, es equiparable a la identidad, ya que es el lugar donde la conducta se pone a prueba. Es el lugar de los retos, de las sorpresas y de los encuentros inesperados y sus reacciones a estos. Los caminos pueden ser esperanzadores, como el inventivo sendero de baldosas amarillas de El Mago de Oz, o bien amenazantes, como la aterradora calle Elm. Escoger nombres sugerentes para los caminos, calles o senderos es uno de los grandes atractivos de la creación de lugares.
El río
El río también significa el paso de tiempo (“Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”), y en una aventura puede servir como camino navegable. Pero también puede tratarse de un obstáculo natural en el caso de que los viajeros vayan por tierra. En este sentido, el río es el obstáculo arquetípico que requiere de ingenio y determinación para ser superado. Los ríos también están cargados de simbolismo bíblico, ya que Moisés es arrojado a las aguas del Nilo siendo tan solo un bebé, y en este sentido representan el azar. Todas las culturas tienen leyendas y criaturas asociadas a las aguas dulces. En algunas, los ríos son entidades femeninas y en otras masculinas.
La cueva
La cueva simboliza el refugio primigenio, e incluso el útero protector, el lugar en el que se producen la hibernación, la sanación y el renacimiento. El mago Merlín encuentra en una de ellas su prisión, emparejada a un oscuro pero tentador elemento femenino. Las grutas son hogar de seres de tierra y de agua, poco amantes de la luz y del sonido. Representan el vientre de la mismísima Madre Tierra, y están custodiadas por seres tan diferentes a nosotros que apenas podemos imaginar sus costumbres. Son el lugar de los secretos y los temores atávicos.
El bosque
El bosque, la “selva oscura” de la que hablaba Dante, es el lugar donde la naturaleza se manifiesta con todo su poder. Supone un fuerte contraste con la sociedad domesticada de los pueblos y ciudades, en los que todo está al servicio de sus habitantes. El bosque, en lugar de exigir obediencia y observación de las normas humanas, tiene otro tipo de reglas, universales y antiguas, anteriores y superiores a esas leyes sociales. Es el lugar de la iniciación, de la comunicación con las fuerzas ancestrales, y del reconocimiento de la verdad interior.
El mar
Por último, el mar es tanto el escenario de la libertad y de la placidez, del horizonte infinito y las aves surcando plácidamente el cielo, como el iracundo lugar de las tormentas y la muerte. Las deidades marinas implican grandes promesas (tesoros, maravillas e incluso maravillosas ciudades submarinas) y grandes riesgos. Incluso aunque no esté personificada, la mar suele funcionar como una deidad de lo primigenio. Es lugar de origen, de tránsito y de destino.
··················································································
Si estás creando el mundo en el que transcurrirá tu historia fantástica, seguro que el curso de wordlbuilding de Sofía Rhei te resulta útil.