Hay otra autora, Aranzazu Serrano, con la que siempre tengo la misma conversación acerca de los géneros y hasta qué punto las etiquetas son caprichosas y tratan de estancar historias que, en el fondo, tienen un tratamiento y un proceso de documentación muy parecido.
Arantxa y yo nos conocimos en territorios colindantes y hemos organizado juntas algunos eventos: yo hablo por los celtas, desde la novela histórica, y ella por los vikingos, desde el fantástico. Siempre acabamos entre risas porque, al final, nuestro camino como escritoras es muy similar y nuestra forma de trabajar también: ambas nos consideramos autoras “de brújula”, venimos del mundo de la comunicación, tardamos años para dar forma a nuestras obras y estudiamos en profundidad las culturas en que nos basamos.
Dentro del fantástico, hay varias escuelas: desde el surrealismo de Alicia en el País de las Maravillas hasta lo paranormal de Neil Gaiman, o lo abiertamente mágico, como Harry Potter o las series de Dragonlance. Todas esas escuelas tienen en común la etiqueta de fantástico, aunque pertenezcan a tradiciones muy distintas. Sin embargo, siempre hay gran bagaje detrás: folclore (Sapkowski), mitos (American Gods), literatura antigua (Tolkien), antropología (sobre eso ya os hablé en otro artículo)… y luego está el fantástico histórico (tenéis un curso excelente sobre eso de Jesús Cañadas), tan cercano a la novela histórica.
El fantástico histórico
Buena parte de la fantasía de mayor éxito en los últimos años puede clasificarse en este subgénero. Los celtas sirven de inspiración para los elfos (los de Sapkowski hablan un galés estupendo), los vikingos hacen magia, hay espada y brujería y mucha inspiración del alto o bajo medievo (Canción de Hielo y Fuego). Pero también se puede hacer fantástico del renacimiento, tenemos el steampunk del XIX, fantástico gótico u ocultista, ucronías del XX…
En todos estos casos el proceso de documentación es similar al de la novela histórica. Otra cosa es el uso que se hace después del material, cómo se maneja y se rompen los límites. Pero esos límites hay que conocerlos, las culturas en que se basan deben estar bien investigadas para que sean coherentes y se sientan reales en la página. Cuando las referencias son explícitas, las expectativas son mayores: si la novela se presenta como fantástico de vikingos, quien lee espera encontrar algo parecido a la idea previa que tiene de ellos, a partir de una cultura compartida de libros, mitos, series y películas. Cuanto mejor conozcamos cómo funciona esa cultura de base más seguros nos vamos a encontrar a la hora de deformarla, escalarla, introducir lo extraño, cruzar los límites.
El futurismo
Al final, quienes escribimos novela histórica retratamos una cultura, ya que no tenemos acceso directo a ella y, por otro lado, hacemos una recreación, un mixto que sirve de puente entre pasado y presente. Creamos un espacio de encuentro artificial.
Al escribir ciencia ficción, con Proyecto Karón, me he encontrado con que el proceso no es tan diferente. Más que una división entre novela realista y no realista, veo una recreación del pasado frente a una proyección del futuro. Estudiando el pasado, el devenir histórico y sus ciclos, observando la tendencia y progresión tecnológica y social, es posible comprender y hacer proyecciones: adentrarnos levemente en el futuro cercano, imaginar cómo sería esa evolución a corto plazo, atreverse a ser un poco visionario. Por eso lo llamamos literatura especulativa. La ciencia ficción tiene mucho margen filosófico y un enorme potencial para la crítica social y la construcción de utopías: es un laboratorio.
Dicen que el oráculo definitivo de nuestro tiempo es la inteligencia artificial. Lo característico de la buena simulación (y los escritores hacemos simulaciones) es un histórico de datos abundante y de calidad. La imaginación, la creatividad, la innovación dentro de los géneros no realistas funciona exactamente igual: cuanto más abundante y de mejor calidad sea tu documentación, mejores serán tus resultados creativos.
Así es como podemos alcanzar los márgenes, llevar el pensamiento un poco más allá, pisar la línea. Siempre he visto al artista como un pionero o un astronauta con una linterna en la mano. Capaz de aportar aunque sea una línea más de luz.

¿Qué importancia tiene el proceso de documentación al escribir una novela fantástica? ¿Cómo abordar la documentación a la hora de construir nuestro propio worldbuilding?
Ana B. Nieto nos explica en su curso por qué una buena documentación es tan importante en los géneros no realistas, en él nos enseña a aprovechar todas sus posibilidades creativas y a adaptar otros modelos a nuestro worldbuilding.
A la hora de escribir una novela histórica, todos estamos de acuerdo en que el proceso de documentación es clave. Pero ¿qué ocurre en el caso de una novela no realista? La solidez y la verosimilitud son extremadamente importantes cuando abordamos géneros literarios como la ciencia ficción, la fantasía o el terror, y para conseguir esos objetivos, la documentación es una parte fundamental de nuestro proceso creativo.
Puedes complementar este curso con el de Worldbuilding de Sofía Rhei y el de Escritura de Fantasía Histórica de Jesús Cañadas. Todos ellos están muy relacionados entre sí.