Cuando escribimos fantasía o thriller podemos tener la tentación de dedicar la mayor parte de nuestro tiempo a la elaboración de un mundo o de una trama muy complejos, relegando a nuestros protagonistas a la categoría de fichas más o menos coloridas que se mueven por nuestro espectacular tablero de juego, según dicta el azar de los dados (que vienen cargados por nosotros, claro).

Creo que es una forma equivocada de afrontar la ficción. Las historias son lo que nuestros protagonistas hacen. Son ellos quienes despliegan el mapa de la historia con cada decisión; el paisaje a su alrededor es tan impresionante o gris como el que nos llega filtrado por su mirada y por sus emociones; y los obstáculos y antagonismos solo serán tales en la medida en que se opongan a los propósitos del protagonista.
Podría ser útil plantearse cuál es la definición de protagonista, para empezar. Dice la RAE que es «el personaje principal de la acción en una obra teatral, literaria o cinematográfica». ¿Pero qué significa principal? ¿El que ocupa más páginas? ¿El que sale en primer lugar? A fin de cuentas, el significado etimológico de protagonista es “primer luchador”. Pero conocemos mil historias que comienzan con un personaje secundario, mientras el protagonista se toma su tiempo en aparecer. Y tampoco es necesariamente aquel personaje que genera más simpatía en el lector. De hecho hay innumerables personajes secundarios que nos resultan más simpáticos o amables que los protagonistas a quienes acompañan.
Esta es la definición que yo propongo: protagonista es aquel personaje (o personajes) de cuya exclusiva responsabilidad depende el desenlace de la historia.
Y me gusta esta definición por dos razones: primero, porque viene a decir que la identidad y las decisiones que toma el protagonista son la misma cosa. Esto es, que por mucho que construyamos un sofisticado y detalladísimo backstory previo de nuestro protagonista, ese personaje será literal y únicamente lo que haga en la historia, su comportamiento, sus acciones y reacciones. Y me gusta también porque, inversamente, nos da una pista de lo que tiene que suceder en el final de nuestra historia, y es que nuestro protagonista debe asumir el riesgo de una acción decisiva.
Por supuesto, se pueden generar historias en las que el protagonista quede paralizado, literal o psicológicamente, y no tenga ningún papel en el desenlace. Pero creo que se trata de planteamientos más bien experimentales o vanguardistas (podíamos pensar en La metamorfosis de Kafka) y que por lo general no dejan una sensación satisfactoria en el lector.
Necesitamos que nuestros protagonistas asuman la responsabilidad del desenlace de la historia, incluso si fracasan y acaban muriendo. Por eso resulta tan antipático el famoso deus ex machina: porque salvar a nuestro protagonista mediante una intervención divina o externa nos resulta tramposo, nos hace preguntarnos qué sentido tenía atender a toda esa historia, si finalmente se iba a resolver por una acción que no dependía de nuestro protagonista.
Para ser capaz de tomar decisiones cruciales, nuestro protagonista deberá contar al menos con dos cualidades “de serie”, además de las características singulares de su personalidad: la atención y el coraje. Quizá el género donde mejor se aprecia, debido al tipo de situaciones extremas a las que se enfrentan sus protagonistas, sea el de terror. Dice Carol J. Clover, creadora del tropo de la final girl, que estas protagonistas se caracterizan siempre por desplegar una mirada investigadora. Son los personajes con una mayor capacidad de centrar su atención en lo que verdaderamente importa, por decirlo así (lo que eventualmente termina salvándoles la vida). ¿Y cómo podría ser de otra manera? Los ojos del protagonista son los ojos del lector/espectador, así que como autores más nos vale saber dirigirlos hacia los lugares, sucesos y personas más interesantes en cada momento.
Respecto al coraje, creo que no necesita mucha explicación. Si nuestro héroe queda paralizado por el miedo o el desconcierto y no es capaz de emprender ninguna acción resolutiva, aceptando el sacrificio que sea necesario, entonces sencillamente no tenemos historia.
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