Sergi Viciana nos cuenta en este post cómo el concepto de mímesis nos sirve para estudiar la literatura
La historia de la crítica literaria y de la teoría literaria está llena de trampas, malinterpretaciones bastante intencionadas, y señores imponiendo su gusto personal. En España en concreto, por culpa de Menéndez y Pelayo primero, y de Menéndez Pidal después, la gente sigue convencida de que no tenemos una tradición fantástica y de que aquí todo ha sido siempre realismo. Como si la relación entre la realidad y la ficción no fuera ya problemática en el mismísimo Quijote.
El caso es que esa gente a la que no le gustan los géneros fantásticos han usado tradicionalmente la mímesis como gran ariete con el que arremeter contra todo lo que oliese vagamente a fantasía. A fin de cuentas, si la literatura se basa en la mímesis, es decir, en la imitación de la realidad, entonces todo lo que no sea realismo es peor que mala literatura: es antiliteratura. ¿O acaso te crees tú más listo que Aristóteles?

Por supuesto. Solo hay algún pequeño problema en este razonamiento. No voy a entrar en qué dijo Aristóteles de verdad y qué no, ni en ese detalle sin importancia que es que casi no conservamos nada de lo que dijo, y que su Poética parecen los apuntes de clase de algún alumno, con lo que a saber hasta qué punto reflejan su pensamiento con certeza. Lo que sí que clama al cielo es que digan que “imitar la realidad” es sinónimo de hacer realismo. Eso es una rueda de molino con la que no tenemos por qué comulgar.
Y es que la imitación de la realidad puede ser más o menos literal, en el sentido de que el mundo de la ficción sea como el nuestro, es decir, que lo que es posible en la ficción también sería posible en la realidad tal y como la conocemos. Ya hablamos otro día de qué es la realidad, si es que existe. Pero esa imitación de la realidad también puede ser más metafórica, una alegoría de la misma. Como son siempre todos los géneros fantásticos.
Hay que ser muy limitado de entendederas para creer que un dragón en un cuento es de verdad un dragón. Cuando de pequeños nos cuentan historias en las que el héroe derrota al monstruo, no nos están enseñando que existan criaturas de tres cabezas devoradoras de niños, ni vampiros que llaman a la ventana para que les dejemos entrar, ni hombres lobo que acechan a las niñas en el bosque: nos están enseñando que a los monstruos se les puede derrotar. Y esos monstruos existen, solo que en vez de tres cabezas y enormes dientes tienen la forma de un pederasta, de un violador, de un abusón en el colegio o de un fondo buitre.
Los textos no miméticos sí que son, aunque parezca una paradoja, miméticos. Es solo que lo son de una manera más disimulada.
Personalmente, creo que, si se puede hablar de más o menos «literaturiedad» (la cualidad de ser literario) en una obra, los géneros no miméticos son mucho más literarios que los realistas, precisamente porque necesitan más carga literaria tanto en su creación como en su recepción por el lector para conformarse como texto. O, si lo preferís, necesitan una lectura menos literal. La distancia entre lo que dice el texto y lo que quiere decir es mayor.
Pero hay otra trampa en el planteamiento de los fans del realismo, una más sutil y mucho más perniciosa. Fijaos que hablamos de géneros no miméticos y de realismo. Es decir, que usamos una terminología ya marcada de origen. Como si el realismo no fuera una convención más y, por lo tanto, ficción. Y si no, fijaos en cuantas películas ambientadas en la actualidad presentan personajes que viven su vida sin mascarilla, sin confinamientos, sin PCRs ni tests de antígenos. Es una terminología que juega a confundir realismo y verosimilitud, porque ellos no tienen que presentar los hechos como creíbles, ya que son realistas y, por lo tanto, verosímiles. Faltaría más. Por eso decía Borges que la literatura fantástica es la más realista que existe: porque no puede permitirse que la parte realista no sea verosímil. Y sí, Borges también juega a confundir los términos.
El concepto de mímesis y su uso para estudiar la literatura es brillante y sigue siendo válido y vigente. Quizás, en esta posmodernidad que nos ha tocado vivir, más que nunca. Solo tenemos que tener cuidado con que no nos cuelen los mismos prejuicios esnobs de siempre y nos los intenten hacer pasar por teoría literaria. Porque luego no tardan en hablar de subliteratura, de paraliteratura. Y aunque esa actitud es cada vez menor, sigue estando ahí.
················································································
Si este post te ha parecido interesante, échale un ojo al curso de introducción a los géneros literarios que tenemos incluido en la suscripción de phantastica.com.