El 25 de marzo se celebra el Día internacional de leer a Tolkien (sí, hay días internacionales de todo tipo) y nos hace especial ilusión. Es por ello que en este post queremos contarte y contagiarte de la auténtica magia de J.R.R. Tolkien.
Seguramente encontraréis un montón de webs en las que leerán sus obras y os recomendarán sus libros, pero solo en Phantastica os hablaremos de la auténtica magia de Tolkien, la de verdad, la que hace que la ficción se convierta en realidad y que nos hace soñar a todos.

Si conocéis la obra de Tolkien, probablemente sabréis que durante más de veinte años (desde 1920 a 1943), sus hijos recibieron cada diciembre una carta de Papá Noel desde el Polo Norte. Bueno, para ser sinceros, les escribía Papá Noel, pero también el Oso Polar, Karhu, (que les contaba sus meteduras de pata y aventuras), Paksu o Ilbereth (un elfo que les escribía, por supuesto, en élfico).
Si os interesan, esas cartas se recogieron en un libro maravilloso, Cartas de Papá Noel, que en España ha publicado Minotauro en varias ediciones muy, muy bonitas. El libro reproduce las cartas manuscritas e incluye sus dibujos, porque se trataba de unas preciosas cartas escritas a pluma, en las que, por cierto, todos los detalles están muy cuidados. Por ejemplo, la letra de Papá Noel es totalmente diferente a la del Oso Polar o a la del elfo.
El libro, como veis en las ilustraciones, es una auténtica maravilla, pero lo que me fascina no es el libro en sí, sino lo que hay detrás y no se ve: la magia de la Navidad y de Papá Noel. A ver, ¡que Papá Noel en persona escribía a unos niños desde el Polo Norte!



Habitualmente ocurre al revés: son los niños los que escriben a Papá Noel. Pero en la casa de Tolkien, Papá Noel no solo les contestaba, sino que, además, les contaba todo lo que había ocurrido durante aquel año.
Me fascina la imagen de ese Tolkien hogareño que, por las noches y a escondidas, escribe cartas a sus niños, hace dibujos con tintas de colores de los pasillos subterráneos de la casa de Papá Noel o de un castillo de fuegos artificiales que explota donde no debe. Un Tolkien que imagino en su escritorio inventando nuevas aventuras, Navidad tras Navidad, durante más de 20 años, para sus niños. Para que la magia de Papá Noel les empape y adorne su infancia de sueños e ilusiones.
Y lo más importante: unos niños que desaparecerán, que se irán un día para siempre, porque crecerán y se convertirán en adultos y dejarán de creer en Papá Noel y en su patoso ayudante, el Oso Polar.
La primera carta de Papá Noel, de Tolkien, es para su hijo John, en 1920. Luego se refiere a sus “queridos niños”, Michael y Christopher. Y las últimas cartas de los últimos años son solo para Priscilla. Los demás se hicieron mayores y aunque seguramente disfrutaban con las cartas de su hermanita, ella era la única destinataria. Al llegar a 1923, Tolkien sabe que su niña se hace mayor y ya nunca más recibirá cartas de Papá Noel. Dice:
… Supongo que colgarás tu calcetín una última vez: espero que sí, porque todavía tengo algunas cosillas para ti. Después de esto, te diré “adiós”, más o menos: quiero decir que no me olvidaré de ti. Siempre guardamos los números de nuestros viejos amigos, junto con sus cartas; y más adelante esperamos regresar cuando seáis mayores y tengáis vuestras propias casa, e hijos.
Me imagino a Tolkien, despidiéndose en esa carta de su última hija, sabiendo que pronto dejaría de ser una niña. Niños que crecen y desaparecen. Niños que dejan de serlo y ya no creen en Papá Noel. Y Tolkien sabiendo que no habrá más cartas, pero que llegarán nuevos niños y nuevas ilusiones y la magia estará ahí, de una u otra forma para ellos.
Los hijos de Tolkien se cartearon con Papá Noel y eso es pura magia. Esa fue la auténtica magia de Tolkien.
Pero, claro, su magia no acaba aquí. Por supuesto que no. Poco más de diez años después, Tolkien publicaría El hobbit y, luego, El señor de los Anillos. Y entonces, ah, entonces, nosotros, los lectores, nos convertiríamos en los destinatarios de su magia.
Sus libros, sus historias, forman parte de nuestras vidas, nos han hecho soñar, nos han ilusionado, nos han inspirado. ¡¡Atreveos a decir que eso no es magia auténtica!!
Por eso, soy “friki”: amo la fantasía, la ciencia ficción y el terror. Amo los géneros por ese “sentido de la maravilla”, esa magia, que algunos libros y autores son capaces de traer a nuestras vidas grises, repletas de hombres grises, a nuestro mundo gris, aburrido y mediocre.
Cuando la magia ilumina nuestro mundo real se produce un milagro. Y Tolkien lo hizo. Con sus niños, en primer lugar, y, después, con el mundo entero.
Hoy es el día de leer a Tolkien y sé que él era de los nuestros. Gracias, John Ronald Reuel Tolkien, por hacernos soñar y traer tu magia a nuestras vidas.
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