¿Es necesaria la conexión emocional con los personajes para conseguir una historia redonda?
¿Has llorado alguna vez escribiendo? Hace tiempo alguien lanzaba esta pregunta en Twitter. Puede que parezca banal, pero en realidad es una cuestión muy interesante. Porque es fácil emocionarse al ver una película o una serie, incluso leyendo un libro que ha conectado contigo. Pero no es tan usual que se te escape una lágrima a la hora de crear personajes y desarrollar su historia, cuando escribes una escena. En los más de treinta años que llevo escribiendo novelas, solo me ha ocurrido una sola vez, hace poco tiempo. Con un personaje con el que me impliqué a un nivel tan profundo que perderlo fue desolador.
¿Es bueno conectar con esa intensidad con los personajes? O por el contrario, ¿tiene sus contraindicaciones? Esta es una cuestión que merece la pena analizar, porque no es un tema habitual en los cursos de creación literaria o en las charlas de escritores. Parece, más bien, un dilema más propio de la lírica que de la narrativa.
Personajes vehiculares vs personajes emocionales
Como ya sabéis, en uno de los cursos de Phantastica os hablo de ese excitante viaje que supone crear personajes de fantasía. Y precisamente en la segunda clase planteo hasta qué punto es importante crear un buen personaje en el género fantástico. ¿Qué debe primar: la historia, los personajes o el worldbuilding?
Como os comento en el vídeo, hay un tipo de personajes que se llaman vehiculares, que son meros instrumentos para relatar una historia o para mostrar el mundo en el que se desenvuelven. Esto es propio de géneros como la ciencia ficción, y lo vemos claramente en distopías como 1984, Un mundo feliz o Fahrenheit 451 donde los protagonistas se desdibujan frente a la enormidad del dilema social que nos plantean estas historias. Aquí los personajes no requieren calado emocional ni psicológico, ni como lectores lo echamos en falta. Porque su utilidad es llevarnos de la mano a un mundo distinto, hipotético, cuyo impacto nos trastorna, nos hace reflexionar.

Lo mismo podría decirse de las novelas de Isaac Asimov o Arthur C. Clarke, donde lo importante es el mundo, la historia que nos plantean. En novelas como Dune o El juego de Ender los protagonistas son tan elevados y perfectos que es difícil empatizar con ellos, algo fuera de la aspiración del autor, que da prioridad al wordbuilding y la historia.
Pero en el género fantástico esta escala de prioridades cambia por completo. Vamos a vivir una aventura desde la piel del protagonista y esperamos emocionarnos con ella, sentir su fascinación, su desasosiego, su miedo. Somos Frodo saliendo de la Comarca o Jon Nieve llegando a lo alto del Muro. Somos Katniss Everdeen cuando ocupamos el lugar de Prim como tributo en los 74º Juegos del hambre. Desde luego la historia es muy importante y el worldbuilding también, pero si logramos que quien lea esa historia se implique emocionalmente con el personaje, si tocamos su corazón, lo habremos ganado para siempre.
Si no te emocionas con tus personajes, ¿quién lo hará?
Si leer es emprender un viaje, crear personajes es ponernos en lugar de otros, vestir su piel.
Y una de las claves para dar forma a buenos personajes de fantasía es conectar con ellos, entenderlos, sentirlos. Porque si nosotros, como creadores, no estamos cerca del personaje, es muy difícil que el lector conecte con él más que nosotros.
Estoy convencida de que no es suficiente con plantear un buen diseño sobre el papel y que su psicología sea impecable. No es un proceso aséptico y racional. La materia con la que escribimos fantasía sale de los sueños, hay mucho de emocional en ese proceso. Soy de las que se deja la piel en cada personaje y pongo en ellos toda la carne en el asador, tanto en mis novelas de Neimhaim como en las que he hecho por encargo, sobre Loki y también sobre el personaje de Morgana. Normalmente me llega primero la idea de la historia y los personajes me visitan después; son una nebulosa que va tomando forma, van evolucionando en mi cabeza. Y también en mis sueños. Para poder escribir una historia necesito “soñar” los personajes. Y con esto no me refiero a su significado literal, que en mi caso también se ha dado. Hablo de emocionarse con el personaje. En el sentido literario, como desafío a la hora de modelarlos con las palabras, de entusiasmarse con su desarrollo. Pero sobre todo implicándose en sus anhelos, sufrir sus adversidades, soñar sus sueños.
Podría pensarse que hay un peligro en ello, que fundirse con los personajes nos puede hacer perder la perspectiva como autores, perder la objetividad, ser menos profesionales. Que dejarnos llevar por la emoción nos pierda en un laberinto del que no sepamos salir.
Mi experiencia me dice que, al menos en el terreno de la fantasía, ocurre justo lo contrario. El peligro es no implicarse y escribir una historia desde la cabeza, y no desde el corazón. Una historia fantástica sin emoción es darse un banquete de ceniza.
No es necesario llorar. Llegar a ese punto de implicación es algo extremo, o quizás depende de la sensibilidad de quien escribe. Pero si ocurre es un pequeño milagro, y la mejor prueba de que lo que hemos escrito merece la pena ser leído.
Espero que esta pequeña reflexión te haya servido de ayuda. ¿Te gustaría saber más sobre mi experiencia para crear personajes que dejen huella? ¡Te espero en Phantastica!
(AQUÍ puedes ver el curso de Iniciación a la creación de personajes de fantasía de Aranzazu Serrano)