Sofía Rhei nos cuenta una de las claves del worldbuilding: estar pendientes tanto de las grandes cosas como de las pequeñas. Si detalles, no lograremos construir un mundo verosímil.

Cuando vemos una serie, nos produce una impresión muy diferente si los trajes están diseñados con elementos consistentes con una estética y confeccionados con tejidos que pudieran existir en la época de referencia, o si se nota que están hechos de un poliéster que no podría haber sido tejido entonces. Tenemos una sensibilidad muy afinada para detectar detalles de caracterización, y cada elemento, por pequeño que parezca, significa algo.
En los libros tenemos que conseguir ese mismo efecto. Si estamos escribiendo fantasía con una época histórica como marco, es importante documentarse respecto a esa época para obtener vocabulario auténtico y referencias verosímiles, como el precio comparativo de los objetos de uso cotidiano y alimentos o las costumbres diarias. Si queremos sugerir un mundo, por el contrario, que no recuerde a nada conocido, tendremos que pasar muchas horas inventando una economía verosímil de la que se deriven unas reglas sociales consistentes. En cualquier caso, cuanta más atención, tiempo y cariño le dediquemos a la caracterización del mundo, mejor será el resultado.
La manera de transmitirle a quien está leyendo o jugando las características de este mundo creado son los detalles. A través de ellos podrá inferir la clase social de los personajes, el tipo de productos que abundan y que escasean en su sociedad, qué cosas están permitidas y cuáles prohibidas, cuáles son los tabúes y cómo se expresan los enfrentamientos y las negociaciones. La construcción de mundos de ficción debe partir de una coherencia en la que haya ideas claras, y expresarse en los elementos y situaciones de la vida cotidiana con los que interactúan los personajes.
Un buen ejemplo, por continuar con el vestuario, es el atuendo de un personaje, no solo por lo que representa acerca de su propia identidad, sino por lo que significa acerca de la sociedad de la que procede esa vestimenta. Una guerrera debe protegerse el cuerpo, sí, pero ¿con qué tipo de materiales está hecha su armadura y cómo han sido trabajados? ¿Se trata de una sociedad recolectora, y el peto está hecho de cáscaras de nuez entrelazadas, o de un pueblo cercano al mar donde el material duro y ligero más abundante son determinadas conchas marinas? Del mismo modo, los tejidos, colores y símbolos que indican poder son distintos en cada cultura. Cuanto más desigual es una sociedad respecto a riqueza y pobreza, discriminación racial o género, más distintas son las vestimentas que caracterizan a quienes están afectados por esta desigualdad, es decir, a todo el mundo.
Los objetos que acompañan este vestuario también son muy significativos. Solo una sociedad opulenta se permite los accesorios de poca utilidad, como unos guantes de verano, o la ornamentación de elementos funcionales como los botones. De modo que uno de los mejores ejercicios para empezar a trabajar un mundo es pensar qué ropa y accesorios llevan nuestros personajes, y, sobre todo, por qué.
Por lo tanto, a la hora de imaginar las características de un mundo hay que ir desde lo general hasta lo particular, y reconstruir toda la cadena de sucesos ideológicos o materiales que llevan un concepto abstracto hasta sus expresiones formales.
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