Jesús Cañadas nos cuenta en este post una de las claves para escribir novela fantástica histórica: que la Historia no interfiera con tu historia
Una de las ideas que más repito en mis charlas es que el pasado no existe.
Veréis, hace años me preparaba para escribir mi segunda novela. Se titula Los nombres muertos, aunque en su día no se llamaba así. El protagonista es Howard Phillips Lovecraft, y la historia trata de su búsqueda del Necronomicón por medio mundo alrededor de 1933.

Un embolado, claro que sí. Mientras preparaba la novela, me metí en la cabeza biografías, libros de historia, ensayos, artículos y básicamente todo lo que pude encontrar, no solo sobre Lovecraft en sí, sino sobre la época en la que quería situarlo. Lo hice por miedo, claro. No quería meter la pata y acabar incluyendo un dato erróneo, una situación inverosímil o un acontecimiento que fuese directamente en contra de la Historia. Así, con mayúsculas. Esa etapa fue un coñazo por razones obvias. La Historia, así, con mayúsculas, es un monstruo enorme hecho de cifras, datos, números y fechas en el que no entra una historia de miedo ni con calzador. No exagero si digo que estuve a punto de abandonar la idea en muchísimas ocasiones de puro agobio.
Hasta que me crucé con la cita.
La cita en cuestión estaba en un libro que se llama Las asombrosas aventuras de Cavalier y Klay. Lo escribió Michael Chabon, lo tradujo Javier Calvo y lo deberíais leer vosotros y vosotras. No solo porque tiene una prosa alucinante y una trama superlativa, sino porque en sus últimas páginas incluye la siguiente aclaración por parte del autor: «He respetado la Historia, así, con mayúsculas, cuando no interfería con mi historia, así, con minúsculas. En los casos en que sí interfería, ha prevalecido mi historia». Así. Con minúsculas.
«He respetado la Historia, así, con mayúsculas, cuando no interfería con mi historia, así, con minúsculas. En los casos en que sí interfería, ha prevalecido mi historia» Michael Chabon
Puede parecer una perogrullada, pero para mí fue una revelación. Michael Chabon, el autor de una obra monumental como Las asombrosas aventuras de Cavalier y Klay, se pasaba por el mismísimo forro todo aquel monstruo enorme hecho de fechas, datos y acontecimientos. Solo me quedaba una pregunta por responder: ¿por qué? ¿Por qué podía hacer tal cosa Chabon? La respuesta a esa pregunta la encontré yo solo, y lo conseguí haciendo las dos actividades principales del escritor, mucho más importantes que escribir: lo conseguí leyendo y pensando.
Hace algo más de ochenta años, en Cádiz, mi ciudad natal, había una plaza de toros en la misma entrada del Campo del Sur, uno de los extremos de la ciudad que dan al mar. Semana tras semana, la plaza se llenaba hasta los topes de público… hasta que tuvo que cerrar y desmantelarse, poco después del inicio de la Guerra Civil. El motivo fue que el olor a sangre de los fusilamientos enardecía a los toros, los volvía demasiado agresivos y hacía imposible torearlos. Casi como si las almas de esos fusilados viajasen en ese hedor a sangre y clamaran venganza contra todo lo que representaba aquel espantajo vestido de luces que venía espada en mano a derramar más sangre.
Pero, ¿seguro que fue así? También puede ser que en la entrada del Campo del Sur soplase un viento de levante fortísimo y que no hubiera dios que aguantase un capote, que llevasen años arrastrando el problema y que tras un par de temporadas de vientos fuertes y toreros liados en tela roja, decidiesen cerrar la plaza y trasladarla a un sitio con menos viento.
Ahora os haré tres preguntas:
- La primera es: ¿cuál es la versión correcta, un terrible hedor a sangre que arrastra las almas de los fusilados o un puñetero viento de levante?
- La segunda es: ¿a quién le importa?
- La tercera, y la más importante es: ¿cuál es la que os apetece más contar?
Porque esa es la correcta. El pasado no existe. Solo existe el relato. Solo existe la historia. Así, con minúsculas.
Pero la vuestra.
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